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Rita María Maíz Jiménez (Bochum)



Ángel López García (2009): La lengua común en la España plurilingüe. Frankfurt am Main: Iberoamericana-Vervuert.



Me gustaría presentarles una de las últimas obras del conocido lingüista Ángel López García, La lengua común en la España plurilingüe. Este breve, pero intenso, ensayo nos habla de las tensiones entre la lengua común de España (el español o castellano) y las lenguas habladas en los territorios bilingües (gallego, catalán-valenciano y vasco), así como la relación con la otra lengua peninsular, el portugués.

El autor, con una actitud conciliadora, propone medidas de carácter político y social para que todos los habitantes de la península lleguen a poseer actitudes sesquilingües, es decir, que todos, en mayor o menor medida, puedan tener capacidad monolingüe en una de las lenguas y que puedan comprender al menos una o dos de las otras lenguas peninsulares. ¿Y para qué semejante esfuerzo? Para devolver, según el autor, la convivencia pacífica y armónica perdida en el panorama de las lenguas peninsulares y, especialmente en España.

Esta nueva obra ensayística del profesor Ángel López García consta de 126 páginas divididas en 22 capítulos. Y ya en la primera página, en la de los agradecimientos, el autor avisa de la polémica que la misma puede ocasionar. Polémica en la que se posiciona y a la que quiere arrojar luz para solucionarla.

En general se tiende a identificar una lengua con un país pero la realidad nos demuestra que eso es realmente una excepción. La gran mayoría de los países del mundo son plurilingües, es decir, sus habitantes hablan distintas lenguas. Las fronteras de los países son arbitrarias y variables, dependen de la geografía, la historia, la política, la economía ... pero rara vez de la lengua que hablan sus ciudadanos. Para poder comunicarse entre ellos usan una lengua común, que en el caso de España es también la lengua materna de la mayor parte de los hablantes y la segunda lengua del resto.




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De esto último nos habla la introducción del trabajo de López García, que también hace un breve resumen de la actualidad política, con respecto a la lengua, en España.

Ya desde el capítulo dos el autor nos va a sorprender por sus argumentaciones. Pero no por el contenido, que ya otros lingüistas han tratado, sino por la forma que tiene de exponerlas. Aunque el libro trata conceptos muy complejos, éstos están expuestos con un lenguaje fácilmente comprensible para el lector no especializado. Utiliza comparaciones para sus argumentaciones que se pueden calificar de originales y singulares. Se esté o no se esté de acuerdo con sus razonamientos, la lectura de este ensayo es útil, por lo novedoso de su perspectiva – por la forma que tiene de exponerla, no así los conceptos, ya expuestos por otros autores de modo más "académico"- y por la visión general que hace sobre el tema, incluyendo un interesante repaso histórico-lingüístico peninsular.

En el capítulo tercero nos explica la situación de la Península Ibérica, las interrelaciones entre sus habitantes y las de éstos con el resto de Europa y África, igualmente cómo y por qué se puede considerar a la península como un espacio cerrado o casi cerrado. Según el autor, las dificultades geográficas para acceder a la Península (no es tarea fácil atravesar los Pirineos) han hecho que sus habitantes tengan que relacionarse con mucha más intensidad entre ellos y menos con el exterior. A este respecto, compara la Península Ibérica con la Islas Británicas. Aunque pueden ser invadidos o colonizados por distintos pueblos, esta idea de lugar cerrado hace que incluso los nuevos pobladores en relativamente poco tiempo se sientan identificados con el territorio (por ejemplo, el hecho de que se produjera la independencia casi desde los inicios del califato de Córdoba con respecto a Damasco). También nos habla de las consecuencias que todo esto acarrea. Los pueblos peninsulares, obligados por la geografía durante siglos a relacionarse entre ellos sin poder aislarse o depender de pueblos exteriores de los que provienen, desarrollan relaciones complejas entre ellos y de influencia mutua.

Pero al mismo tiempo el mencionado espacio cerrado es también espacio plural. La Península no es un espacio diáfano sino que – de nuevo la geografía – es un espacio físico que está surcado por cordilleras y ríos que crean distintas regiones, que propician formas de vida y culturas diferentes.

La descripción del concepto de espacio plural en el tercer capítulo sirve como introducción al capítulo cuatro, donde reflexiona sobre denominaciones como lengua regional, lengua autonómica, lengua nacional y lenguas del Estado en relación a la realidad lingüística española y los problemas que conlleva el uso de una u otra designación, todas ellas impregnadas de una toma de postura política.




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Por eso el autor propone la denominación que debería haber aparecido en el Artículo 3 de la Constitución española de 1978. El autor cree que su propuesta refleja la realidad mejor de lo que lo hace en la actualidad dicho artículo, nombrando expresamente al gallego, al catalán/valenciano y al euskera como las lenguas de España, cosa que no hace en la actualidad el citado artículo.

En el capítulo cinco se nos hace un breve resumen de la evolución histórica de las lenguas habladas en la península a partir del siglo III a.C., de la influencia que tiene la geografía en la distribución de los hablantes de cada lengua o variante y también de la necesidad de crear lenguas comunes (koinés) o lenguas de comunicación. Las distintas tribus o pueblos, para poder comunicarse entre ellas, se decidieron por una lengua común entre las habladas, en el caso de que esos grupos no hablaran la misma lengua. También nos muestra el reflejo de ésto en la realidad lingüística actual. El vasco sigue hablándose aproximadamente en la misma región (aunque haya disminuido considerablemente su extensión); el catalán-valenciano ocupa más o menos el territorio que ocupaba el íbero; el gallego se corresponde con el territorio del celta, el centro de la península y parte del valle del Ebro, donde hoy se habla español, era la zona celtíbera donde, según el autor, igual que en la actualidad, se hablaría una koiné protectora que les serviría para comunicarse entre ellos porque probablemente no hablaran todos la misma lengua; y el sur de la península lo relaciona con el tartesio y, en la actualidad, con el español atlántico.

En el capítulo seis muestra cómo lo explicado sobre la península se puede también aplicar a otras regiones del mundo. La geografía influye decisivamente en la distribución de las lenguas tanto de África como de Asia. Este reparto suele ser horizontal pero también puede ser vertical, y en ambos casos se puede hablar de las condiciones naturales que llevan a ello. Otra prueba sería la América precolombina. Existía a una distribución horizontal con diferentes temperatura, altitudes, formas de vida y lingüísticas (la zona de El Caribe y la cuenca del Amazonas) y a esta horizontalidad se le contrapone la cordillera de los Andes (que establece otra región lingüística que va desde los Andes al Atlántico), añadiendo una tensión de tipo vertical a la horizontal antes mencionada. Pero la historia también influye. Y ésto se puede ver en la distribución de las lenguas europeas, donde el empuje de los flujos migratorios hacen que la distribución sea oblicua.

Una descripción más detallada de esas tensiones (horizontales y verticales) existentes en la Península se hace en el séptimo capítulo. Para ello, López García explica brevemente el proceso de latinización, la ocupación musulmana y la reconquista cristiana de norte a sur, hecho decisorio en la distribución de las lenguas peninsulares ya que ésta (la Reconquista) fue saltándose las fronteras naturales de los idiomas.




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El capítulo más extenso del libro es el octavo y en él el autor expone las mismas teorías que ya desarrollara en su ensayo El rumor de los desarraigados1. La novedad con respecto a la obra anterior es la forma de la argumentación, con nuevas comparaciones y reflexiones. No es que en el ensayo de 1985 argumentara de forma poco comprensible, sino que se nota que el autor ha madurado sus teorías, las ha discutido y defendido a lo largo de todos estos años, y eso se refleja en su exposición. En resumen se podría decir que el autor defiende la teoría del origen vasco del español. Los hablantes de las distintas variedades del euskera se vieron forzados al bilingüismo para poder conservar su lengua ante la presión del prestigioso latín. Y ese latín hablado por hablantes culturalmente romanizados de euskera es el origen del castellano, un romance protector, frente a los romances ajenos, derivados directamente del latín, como el aragonés o el catalán. Este nuevo romance era más sencillo que éstos, sin vacilaciones e influido por la lengua vasca. La prueba de tal hipótesis, según el autor, es que en las Glosas Emilianenses, escritas en un monasterio situado en un punto donde se encontraban los reinos de Castilla, Aragón y Navarra (donde se hablaba vasco), alguien que no entendía bien el latín escribió dos comentarios en vasco y un centenar en lo que hoy se considera las primeras manifestaciones del castellano, es decir, es persona que escribió las glosas era posiblemente bilingüe, hablaba vasco y ese romance protector que se supone que es el castellano.

En el capítulo nueve nos cuenta su opinión sobre el binomio español-castellano y el porqué de la expansión espectacular de esta variedad romance en la Edad Media frente a las otras variedades romances que existían.

El autor considera que lo que nació siendo español, acabó convirtiéndose en castellano.

En un principio, este romance protector nació para ser aprendido y no para ser hablado por nativos. Era más fácil de aprender que los otros romances peninsulares medievales porque era más sencillo que éstos fonética, morfológica y sintácticamente. Y quienes tuvieron que aprenderlo fueron los habitantes de los territorios ganados a Al-Andalus durante la Reconquista.

Muchos de los lugares que los reinos cristianos iban conquistando, estaban deshabitados o bien la mayor parte de sus habitantes habían huido ante el avance de las tropas cristianas. Los reyes de los reinos del norte, para afianzar sus territorios, decidieron repoblar las tierras conquistadas y para ello propiciaron los movimientos de población tanto del norte peninsular como de Europa.




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Estos nuevos pobladores se sumaron a los cristianos que habían sobrevivido (mozárabes), a los musulmanes que no habían huido (mudéjares) y a los judíos. Todos ellos necesitaban una lengua común para comunicarse y, lógicamente, el árabe fue abandonado y sustituido por una lengua romance, en este caso, el romance protector que disponía de muchas ventajas frente a los otros romances. Era una lengua que en un principio no tenía ninguna connotación nacionalista, ya que no se identificaba con ningún reino en concreto, tenía una función puramente utilitaria como herramienta comunicativa. Por eso se fue extendiendo su uso por los territorios recién ocupados por los reinos de Castilla, León y Aragón (los más cercanos a su lugar de creación, en la conjunción de los reinos de Castilla, Aragón y Navarra, este último excluido del avance hacia el sur por motivos históricos y políticos). Esta nueva lengua toma el nombre del territorio que en aquel momento era el más poblado y que por motivos de poderío militar y de menor dificultad geográfica (el terreno por el que avanzaba es menos accidentado que el de los reinos de León y Aragón) para avanzar hacia el sur, poseía mayor extensión. Es decir, toma el nombre de castellano (se castellaniza).

Quedan excluidos del romance protector las zonas más alejadas y cuyos romances estaban también más afianzados.

Otro factor importante que menciona Ángel López para comprender la influencia del castellano, fue la pronta normalización a manos de Alfonso X y sus colaboradores, que fijó la lengua, le dio prestigio y la legitimó para ser usada en cualquier ámbito de la vida (leyes, literatura, administración, ...) en los territorios de Castilla.

En el capítulo diez continúa exponiendo la evolución de las lenguas peninsulares, desde lo que, según el autor, era un panorama lingüístico equilibrado, donde los cuatro idiomas se consideraban representantes del espacio plurilingüe común con los mismos derechos de uso, hasta las reformas borbónicas contenidas en los Decretos de Nueva Planta donde se castiga a Cataluña, Aragón y Valencia, por haber apoyado al candidato perdedor en la Guerra de Sucesión, con medidas lingüísticas restrictivas. Ángel López alude a un "panorama lingüístico equilibrado", pero el autor no tiene demasiado en cuenta o no nombra explícitamente la apreciación y valoración de su propia variedad lingüística por parte del hablante, que influye de forma muy importante en el uso que hace de ésta frente a la variedad o la lengua más prestigiosa o poderosa. Y esto hace, por ejemplo, que la lengua vernácula quede paulatinamente arrinconada en el ámbito privado mientras que el prestigioso castellano se prefiriera para el ámbito público.




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Y, por último, en el capítulo once el autor relata el devenir lingüístico hasta nuestros días, analizando brevemente los porqués de la controversia actual.

López García plantea que el español tiene dos caras que pertenecen a la misma moneda, por una parte es lengua común y por otra parte es lengua oficial. La oficialidad se alcanza por primera vez en 1931, en la Constitución de la Segunda República. Pero ya desde el siglo XVIII y los Decretos de Nueva Planta se sientan las bases para hacer del castellano la lengua oficial de toda España en detrimento de las otras lenguas del país, al hacerlo lengua vehicular en la enseñanza y lengua de la administración (aunque no se llegaran a poner en práctica en el ámbito de la enseñanza ya que requería la completa escolarización y alfabetización de la población, ni tampoco se aplicarían completamente en el ámbito administrativo). Se pasa de reconocer el hecho de que el español se había convertido en la lengua común de todo el territorio a oficializarlo y menospreciar las otras lenguas. Esta situación de desequilibrio se dispara en la etapa franquista.

La Constitución de 1978 abre un nuevo periodo donde se recuperan el catalán-valenciano, el gallego y el vasco. Las regiones bilingües han ido evolucionando, primero declarando la existencia de un conflicto lingüístico y determinando que la solución era volver a la situación medieval donde en Cataluña, Comunidad Valenciana, Baleares, Galicia, País Vasco y Navarra se volvería al monolingüismo, después convirtiendo la lengua propia en lengua de la administración y la enseñanza y de ahí se pasa a considerar al español como lengua de inmigrantes, sin derechos especiales, excepto la de ser por imposición lengua oficial del Estado.

Este proceso no tiene la misma velocidad ni implantación en todas las comunidades con lengua propia pero la tendencia es general y con esto se llega a que estas lenguas propias se conviertan en lenguas oficiales y comunes para los habitantes de sus respectivas regiones.

Algunas de las consecuencias de lo anterior son, por ejemplo, la creación de partidos políticos específicamente antinacionalistas, la firma por parte de intelectuales de todos los ámbitos de un manifiesto en defensa del castellano o que los hispanohablantes de las zonas bilingües (que normalmente aceptaban sin problemas la lengua de la región) rechacen la oficialización agresiva del catalán (en el caso de Cataluña, la región donde este proceso está más avanzado).




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De los capítulos doce al diecisiete el autor da un interesante repaso a la evolución lingüística e histórica del catalán, gallego y vasco, analizando los puntos problemáticos que se dan en cada una de estas lenguas. Así, por ejemplo, nos habla del binomio catalán-valenciano y su normalización y nos explica por qué un mismo idioma tiene dos nombres diferentes para lo que son simples variantes, así como hace un repaso de su evolución histórica-lingüística. También nos habla del gallego-portugués, su historia y normalización. En el caso de Portugal y del portugués, dedica el capítulo quince a hacer un análisis diacrónico de su evolución como nación en contraposición a otras regiones reconquistadas de la península y también analiza brevemente la evolución de la lengua portuguesa.

El capítulo diecisiete comienza con la descripción de la precaria situación del vasco y del catalán fuera de las fronteras españolas al no ser apoyados institucionalmente, los dialectos vascofranceses no están normalizados y sobreviven casi únicamente en la frontera, no tienen medios de comunicación-difusión, no se usan ni se aprenden en la escuela y no tienen presencia en la administración. Igualmente sucede con el rosellonés (variante del catalán en territorio francés). También nos habla de la situación de otros romances que carecen asimismo de apoyo estatal. El autor equipara el estatus legal de las lenguas de España, casi, con el de Canadá y Suiza, al existir igualación administrativa en los ámbitos territoriales bilingües (Canadá) y plurilingües (Suiza). En definitiva, reflexiona sobre los estatus legales de las cuatro lenguas peninsulares y la estimación que de su propia lengua tienen sus hablantes.

Y finalmente el capítulo explica el concepto que cree que debe aplicarse a España, cuyas consecuencias desarrollará más adelante en el ensayo: el concepto de Estado plurilingüe.

En el siguiente capítulo explica la inexistente política lingüística del Estado español en referencia al plurilingüismo – sí ha existido para implantar el monolingüismo, ineficaz a la vista de los resultados. Y también explica el interés que debería tener en conocer las otras lenguas el hablante monolingüe de español ya que constituyen, junto a éste, parte de su herencia cultural. En el capítulo diecinueve nos explica su propuesta para ayudar a "desfacer el entuerto" de la controversia sobre el plurilingüismo en España. Y no es otra que lo que él llama plurilingüismo receptivo. Esto consiste en que todos los hablantes de España puedan al menos comprender (comprensión auditiva) las lenguas habladas en el Estado español, sin tener que llegar a ser usuarios activos de las lenguas. Para ello da un par de ejemplos: el proyecto EuRom 4-Lingua y experiencias pedagógicas como el basic English, el français seuil o el español fundamental.

Con lenguas romances como el gallego o el catalán el asunto parece más fácil. Con el euskera el autor piensa que es más difícil pero no imposible al menos llegar a tener comprensión lectora.

Donde el autor hace más hincapié es en la necesidad de que las élites intelectuales del país, las encargadas de dirigirlo, dominen de alguna manera las cuatro lenguas.




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El profesor López muestra coherencia al respecto con la fundación del Instituto de Lenguas de la Península Ibérica2, donde estudiantes y académicos podrán aprender todas las lenguas peninsulares. En estos tiempos de crisis, donde la inversión en conocimiento no es prioritaria, la iniciativa de López García es loable aunque de difícil realización, se podría decir que casi quijotesca.

Se le puede tachar de utópico y elitista pero en su defensa hay que decir que cada uno intenta aplicar sus ideas en los ámbitos que le son propios. Es verdaderamente una lástima que estas propuestas no lleguen a un público más general y menos especializado.

Pero la idea no es nueva en otros ámbitos más amplios, no obstante hay que decir que, bien por intereses partidistas, bien por falta de buenos planteamientos argumentativos, no ha tenido mucho éxito. Ha habido intentos de llevar a la práctica la enseñanza del catalán, el gallego y el euskera en otras regiones españolas por parte de las autoridades competentes en educación3. Si se leen y escuchan los argumentos a favor y en contra de dichas propuestas se ve "cómo anda el patio" y también lo que el autor en el capítulo veinte denomina "hacer política con las lenguas". Es una pena que en lugar de usarlas como puentes para unir, los políticos usen las lenguas para sus propios intereses. El plurilingüismo receptivo es una propuesta que expresa de modo ejemplar el deseo de respetar la diversidad cultural y lingüística frente a la tendencia homogeneizadora en los ámbitos de la lengua y la cultura.

Como conclusión tengo que decir que el libro de López García es muy tanto para lingüistas como para cualquier persona interesada en el conflicto lingüístico en España.

El libro está escrito con sentido del humor y, sobre todo, con sentido común, algo que desgraciadamente falta con frecuencia al hablar de las lenguas en España4.

No me gustaría terminar esta reseña sin acudir a las palabras del gran Manuel Alvar usara para presentar al entonces (1986) joven autor y a otra de sus obras, ya citada, y que es quizá la más famosa.

"Acaba de publicarse un libro apasionante: El rumor de los desarraigados. Su autor es un lingüista joven, Angel López, aragonés, catedrático en Valencia; hombre que lleva – silenciándolo – un inmenso caudal de cultura. Tendríamos que meditar mucho sobre estas páginas para que no hubiera más muertos, ni romanos ni cartagineses. El subtítulo reza Conflicto de lenguas en la península ibérica. Leyéndolo he pensado muchas veces en los terribles versos de Antonio Machado:

Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
– y no fue por estos campos el bíblico jardín –:
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín.

Y quisiera que desde mi objetividad científica se borrara, para siempre, esa imagen cainita que tanto amor despierta a los españoles. Porque hablar de lenguas en España muchas veces solivianta los ánimos."5




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He escogido esta cita porque pienso que ambas obras (El rumor de los desarraigados y La lengua común en la España plurilingüe) están estrechamente relacionadas en planteamientos y se complementan mutuamente. Y también porque, desgraciadamente, tanto ayer como hoy hablar de lenguas en España sigue soliviantando los ánimos.



Notas

1 Ángel López García. El rumor de los desarraigados. Conflicto de lenguas en la península ibérica. Barcelona. Ed. Anagrama 1985. XIII Premio Anagrama de ensayo.

2 Para más información pueden vistar la página del Instituto: http://ilpi.eu/. Si alguien tiene interés en conocer de boca del profesor López sus razones y argumentos pueden ver también los siguientes vídeos, ambos del día de la inauguración del ILPI, el primero el discurso inaugural y el segundo una entrevista informal tras el acto: http://www.youtube.com/watch?v=Gj4uD_itDtw&feature=related, http://www.youtube.com/watch?v=mAMSIeFz3Vc

3 Un ejemplo es la propuesta de instaurar la enseñanza del catalán, gallego y euskera en las Escuelas Oficiales de Idiomas en Andalucía y sus consecuencias, reflejadas en la prensa digital: http://blogs.periodistadigital.com/politica.php/2008/02/04/p142047, http://www.ppandaluz.es/educacion-juventud-y-deportes/144-javier-arenas-exige-a- chaves-que-retire-la-propuesta-de-ensenar-gallego-catalan-y-euskera.html, http://www.youtube.com/watch?av=NH7NNPBinWY.

4 Si alguien está interesado en conocer ésta y otras de las ideas expresadas en este libro, contadas directamente por Ángel López García, le recomiendo que vean la interesante entrevista que aparece en la página de homenaje al profesor http://vimeo.com/9005869.

5 Manuel Alvar (196): "Prolegómenos a unas lecciones sobre las lenguas de España", en: Lenguas peninsulares y proyección histórica. Coordinador Manuel Alvar. Fundación Friedrich Ebert. Instituto de Cooperación Iberoamericana. Madrid, p. 11.