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Carola Pivetta (Buenos Aires)



Crimen, ley y moral en la prosa breve de F. Schiller, A. G. Meißner y el marqués de Sade



Crime, law und morals in short prose forms of F. Schiller, A. G. Meißner and the Marquis de Sade
Based on the comparative analysis of three narrations centered on some kind of moral or legal transgression – F. Schiller's Merkwürdiges Beispiel einer weiblichen Rache (1785), A. G. Meißner's Ja wohl hat sie es nicht getan! (1795) and D. A. F. Sade's Dorgeville ou le criminel par vertu (1800) –, we will examine the extent of the criticism of laws and customs formulated by each of these writers and establish the different positions that they assume before the inherited preeminence of moral didacticism over other functions in short prose forms.


1 Venganzas y errores ejemplares para autoformación del lector

En 1785 Schiller traduce libremente una historia enmarcada de Jacques le fataliste et son Maître (1796), de D. Diderot;1 la versión del suabo, una verdadera reescritura del original, que es legítimo incluir por ende en el reducido corpus de sus obras en prosa,2 se edita en la revista Thalia bajo el título Merkwürdiges Beispiel einer weiblichen Rache.3 Tal título reivindica desde el inicio la función pedagógica de lo narrado, pero a la vez plantea un interrogante: ¿cómo conciliar la idea de ejemplo (Beispiel) con la de venganza, ideas aparentemente contradictorias, dado que el ánimo vindicativo no parece a primera vista un comportamiento a imitar?




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El eje de la historia es un acontecimiento singular: la represalia pergeñada por una viuda, que mediante engaños logra que su inconstante ex amante, que una vez cansado de ella se ha entregado a nuevas aventuras amorosas, tome por esposa a una prostituta a la que hace pasar por una joven casta y devota. Paradójicamente, esa venganza "[g]rässlich und unerhört" pero desinteresada, ya que "Eigennutz befleckte sie nicht" (Schiller 1984: 217), puede y debe ser vista como modélica, tal como se argumenta en los últimos párrafos, en los que el narrador, dirigiéndose a un lector que imagina escandalizado por el accionar de la dama a la que este podría tildar irreflexivamente de "abscheuliche Frau", "Bübin" y "Heuchlerin" (íbid.) y tratando de sosegarlo, medita sobre las motivaciones que llevan a la señora de P*** a actuar así:

Wenn ein Mensch den andern eines zweideutigen Blicks wegen niederstößt, warum wollen wir es einer Frau von Ehre zum Frevel machen, daß sie den Verführer ihres Herzens, den Mörder ihrer Ehre, den Verräter ihrer Liebe – einer Buhldirne in die Arme wirft? Wahrlich, lieber Leser, du bist ebenso streng in deinem Tadel, als du oft in deinem Lobe flüchtig bist. […]. Ich sehe hier nichts, als eine Verräterei, die nur weniger alltäglich ist, und willkommen sei mir das Gesetz, welches jeden gewissenlosen Buben, der eine ehrliche Frau zu Fall bringt und dann verläßt, zu einer Dirne verdammt – den gemeinen Mann zu gemeinen Weibern. (Schiller 1984: 218)

No se subraya aquí la perfidia de la vengadora, sino la de su supuesta víctima; la defensa de la seducida y la condena del seductor que previamente le ha robado su honor y ha traicionado su amor, un tópico recurrente en la literatura del siglo de las Luces,4 permite denunciar la desigualdad de géneros en la sociedad patriarcal de fines del siglo XVIII y el doble estándar que rige en ella a propósito del honor femenino y masculino: el hombre no pierde su honra por tener amantes ni por dejarlas y puede valerse del duelo como medio legítimo para vengar cualquier oprobio, por más insignificante que sea; la mujer, en cambio, pierde el honor en cuanto se entrega a una pasión clandestina, debe conformarse con un sufrimiento silencioso e impotente si es abandonada y carece de medios socialmente consensuados para vengar su honor ultrajado, para lo cual depende también del hombre. Importa destacar que en el pasaje citado la moral pequeñoburguesa, que aparece incisivamente criticada, es atribuida al lector implícito: entablando un diálogo ficticio con este, el narrador reproduce algunos reparos con los que el lector podría objetar el modo en que él propone interpretar el caso (exculpando a la mujer que lleva a cabo por sus propios medios una reparación que las leyes y los usos le niegan, en desmedro de aquel "gewissenlosen Buben", cf. supra); al hacerlo, revela la mentalidad estrecha, inflexible y prejuiciosa que subyace a tales objeciones. Esta interpelación, que Schiller retoma casi literalmente de su fuente,5 busca alertar a los lectores sobre el hecho de que adoptar ciertas ideas consagradas por "die Allgewalt der Gewohnheit" (Schiller 1984: 217) sin revisar su validez puede conducir a una apreciación injusta.




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Al ataque a la moral intolerante y antiilustrada que legitima las relaciones de poder y la desigualdad entre los géneros encarnada en ese indignado lector al que apostrofan los primeros párrafos se suma la problematización del límite que separa lo legal de lo legítimo. En el pasaje citado, por cierto, el blanco de las críticas no es solo esa conservadora moral individual, sino asimismo las leyes que regulan la vida social: al mostrar que hay acciones que pese a ser éticamente reprobables no son sancionadas por las leyes, el narrador expone la discordancia que puede existir entre ley y moral. La represalia femenina compensa de algún modo la desprotección legal del sexo débil y por ello es expresamente aprobada por el narrador. Pero, además de sostener la legitimidad del desquite, este postula como deseable su legalidad, al afirmar que vería con buenos ojos una ley que condenara a estar con una prostituta a todo hombre que abandone a su amante; la venganza adquiriría así la dignidad de una ley –ley utópica en la que confluirían norma ética y norma legal–. Schiller muestra aquí como ejemplar un acto a primera vista censurable (la venganza), mientras denuncia lo denostable de una actitud en apariencia loable (la intransigencia moral del que la reprueba sin tener en cuenta la condición social subalterna de la mujer); en esta inversión de las valoraciones morales habituales se cifra la crítica de las costumbres de su narración.

En Ja wohl, Meißner6 también denuncia "ce décalage entre la justice des hommes et une vraie justice humaine et morale" (Fink 1976: 87) a partir del caso de una joven falsamente acusada de infanticidio, imputada a raíz de ello en un proceso y sometida a reiteradas sesiones de tortura; se trata de una muchacha honesta, pero estigmatizada por haber tenido un hijo ilegítimo, lo cual no solo la condena a una subsistencia precaria, sino que además, cuando se encuentra el cadáver de un recién nacido abandonado en un bosque, la vuelve la principal sospechosa del crimen. También aquí el narrador disculpa el "Fehltritt der Liebe" (60) en el que la protagonista ha incurrido, menos condenable que la actitud del seductor y que la estricta moral sexual de los años en los que ocurren los hechos (1750–60), que castiga esos desaciertos juveniles con exagerada severidad:

So menschlich auch ein Vergehn dieser Artseyn mag; so gewiß der Verführer weit stärkern Tadel als die Verführte verdient; so dachte man doch in damaligen Zeiten über einen solchen Punkt weit strenger, als – man solte. Nicht genug, daß damals noch an vielen Orten Kirchenbuße und Gefängnisstrafe über die geschwächte Dirne verhängt wurden; sondern gewöhnlich blieb sie auch nun für die übrige Zeit ihres Lebens, ohne Freier und Mann; fand sogar äußerst selten einen vorteilhaften Dienst; und muste oft ihr Alter in Dürftigkeit zubringen, blos, weil sie in ihrer Jugend einen offenbar dummen Streich gemacht hatte (ibíd.)




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Este error judicial, que solo por un afortunado azar no termina de manera trágica, ofrece pues ocasión de una doble denuncia: por un lado, a un sistema penal, cuyos defectos son enfáticamente subrayados en la narración,7 visto como resabio anacrónico de un pasado de leyes y prácticas cruentas e inhumanas, que contrasta con el presente desde el que se enuncia;8 por otro, a las múltiples maneras en que la comunidad, mayoritariamente egoísta y supersticiosa, margina a la madre soltera. Y estos dos aspectos están estrechamente vinculados, pues si a través de la tortura la violencia legal se ejerce sobre el cuerpo de la joven inocente hasta dejarla paralítica, ya antes la opinión pública había corroído sin ninguna misericordia su reputación; se sugiere así que la animadversión general hacia la recadera y vendedora de frutas prepara el terreno a las iniquidades cometidas por un juez arbitrario y respaldadas por una legislación anticuada, que carece de mecanismos eficaces para resguardar a los inocentes. Al igual que Schiller, Meißner se afana por propiciar en el lector una toma de consciencia acerca de que la injusticia padecida por la protagonista depende tanto de las falencias de un aparato judicial vetusto que es necesario reformar como de los tabúes morales y sexuales de los que la mujer es víctima.

Tanto en una como en otra narración, por lo tanto, la problematización de la situación legal contemporánea va acompañada del intento por promover en el lector una autorreflexión sobre sus propios (pre)juicios éticos.9 Sus autores ofrecen al público historias interesantes que no solo buscan cautivarlo mediante hechos singulares o curiosos, sino plantear situaciones complejas, muchas veces paradojales, que permitan poner en discusión las ideas comunes en torno a lo moral y a lo legal, a partir de las cuales el lector puede extraer modelos de acción válidos para su propia praxis vital. Propiciando una recepción activa, Schiller y Meißner renuevan la difundida tradición de narrativa breve moralizante, cuyo modelo son los contes moraux de Marmontel (1723–1799), tradición rápidamente propagada en Alemania, donde en semanarios morales, revistas y compilaciones proliferan numerosas formas ficcionales cortas –anécdotas, historias, ejemplos, fábulas, cuentos, narraciones, novelas cortas, etc.– que, sin distinguirse aún con demasiada nitidez unas de otras, se proponen transmitir enseñanzas o sentencias morales explícitas.10 Las historias aquí analizadas son ilustrativas del propósito que rige toda la producción en prosa de corto aliento de ambos escritores: responder a la necesidad de orientación normativa y afectiva del lector. Tal concepción formativa de la narración como herramienta para concientizar al receptor se basa en un pacto de lectura que afirma la verdad de lo narrado: el uso de iniciales en los toponímicos y/o en los nombres de los personajes para proteger la identidad de esas personas supuestamente reales es solo uno de los recursos que procura acreditar esa presunta autenticidad.11




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M. Burello señala que Schiller, en un claro afán por enfatizar lo "verdadero", evita designar sus Kleine prosaische Schriften como Novelle o Erzählung y prefiere llamarlos Geschichte, Anekdote –o asimismo Beispiel– y concluye que

para Schiller, la "épica breve en prosa" carece de autonomía literaria y por eso debe leerse en clave puramente histórica. […] La narrativa breve aparece entonces, en este autor, como algo esencialmente premoderno, en el sentido de que es una forma sujeta necesariamente al prodesse et delectare (Burello 2003: 79).

Esta comprensión premoderna, que pone a la escritura al servicio de la propagación de una moral ilustrada, es compartida por Meißner, así como el rechazo a la ficción, expresado por ejemplo en su prólogo a los tomos de los Skizzen que compilan casi todas sus Kriminalgeschichten,12 donde denuncia las mistificaciones de las obras basadas en la imaginación y la invención, a las que se refiere como Novellen, y asegura haber excluido toda "Verfälschung" de las historias que ofrece al público, las cuales, según asegura, están basadas en casos reales, han sido extraídas de actas auténticas o trasmitidas por testigos fidedignos (Meißner 2004: 9). La veracidad de lo narrado es esgrimida como garantía de su utilidad moral. Pero a fines del siglo XVIII la concepción premoderna común a estos escritores ya ha comenzado a entrar en crisis; Ch. Bürger (Bürger 1982) ha analizado justamente el cambio de función que se produce entonces en la relación entre literatura y vida, cómo la idea de un arte autónomo respecto de toda función práctica se impone poco a poco como marca constitutiva de la literatura moderna, reemplazando aquella concepción ilustrada que postula una literatura formadora de normas de conducta.13

2 Ambigüedad y deformación de los códigos de la narración moral

Examinaremos a continuación cómo en Dorgeville, guardando las formas de un aparente didactismo, Sade atenta contra los fundamentos de la narración moral. Allí el protagonista, cuyo nombre da título a la nouvelle, es el hijo de un rico comerciante de La Rochelle y en las primeras líneas es presentado en los siguientes términos:

un bon esprit, ce qui vaut souvent mieux que du génie, un caractère franc, loyal et sincère; toutes les qualités qui composent […] l'honnête homme et l'homme sensible, Dorgeville les possédait avec profusion; et dans le siècle où l'on vivait alors, c'en était beaucoup plus qu'il ne fallait pour devenir à peu près certain d'être malheureux toute sa vie (Sade 1972: 102).




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Esta caracterización que termina con la paradójica apreciación según la cual las virtudes determinan una existencia desgraciada, al igual que el subtítulo que designa al protagonista como un "criminel par vertu", parece sugerir que lo que sigue será la trágica historia de un burgués honesto, expuesto, pese a su conducta intachable, a una serie de desdichas inmerecidas en un mundo hostil y arbitrario, un tipo recurrente en la literatura sentimental del siglo XVIII. El primer episodio narrado refuerza la expectativa creada tanto por el subtítulo como por las descripciones iniciales del personaje: en él ese joven, criado junto a un tío próspero en América y a cargo, tras la muerte de este, de la administración de sus negocios, con la intención de ayudar a amigos que terminan traicionándolo, asume deudas para hacer frente a las cuales debe empeñar toda la fortuna heredada de su tío, de modo que "la bonté de son cœur devint bientôt la cause de sa ruine" (id.). Hasta aquí, lo esperable: en una sociedad injusta el generoso, el bienintencionado sufre inmerecidamente. Ahora bien, la continuación de la historia contraría las expectativas iniciales; el modo en que se desarrolla el incidente central de la nouvelle, el engaño mediante el cual el protagonista acaba convertido en esposo de su hermana,14 solo en una lectura superficial permite seguir viendo en él una mera víctima inocente de la perfidia ajena, como la protagonista de Ja wohl. Aunque aparentemente está exento de culpa, pues el incesto en el que incurre es involuntario (él desconoce hasta el final la verdadera identidad de su esposa, que no es otra que su hermana Virginie), al hilar más fino se constata que el hombre engañado tiene, igual que el marqués de Merkwürdiges Beispiel, más culpas de las que a primera vista parece. Ambos son presentados como víctimas de una trampa, pero tras una mirada más detenida prueban ser al mismo tiempo victimarios: aquel es acusado a causa de su egoísmo e  indiferencia ante la suerte de su amada, una vez extinguida su pasión, lo cual provoca el deseo de venganza de esta; en el caso de Dorgeville, lo que aparece como compasiva redención, mediante el matrimonio, de una muchacha deshonrada y abandonada muy pronto prueba estar contaminado por el deseo egoísta de encadenar a él y someter a su voluntad a su futura esposa, de la que exige indefectiblemente una gratitud absoluta. El presunto "bienfaiteur" (113) disfraza de ese modo de piedad y filantropía su voluntad de poder, su deseo de posesión; a su vez, la voluptuosidad que despiertan en su "âme sensible" (115) los encantos físicos de esa "fort belle femme" (106) se camufla tras la máscara del altruismo y el sacrificio por el prójimo (Gambacorti 2007: 550s.).15




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No es casual que en boca de este personaje cuya moral, pese a todos los elogios que recibe del narrador,16 es cuanto menos dudosa se pongan los mismos argumentos con los que Meißner y Schiller salen en defensa de la mujer que pierde la virginidad antes del matrimonio: cuando el ferviente Dorgeville intercede ante los padres inflexibles de la supuesta Cécile Duperrier aseverando que la única falta de esta consiste en haberse entregado a un sentimiento natural, el lector perspicaz no puede más que notar la ironía de que el alegato a favor de "ce malheureux sexe" (115) sea pronunciado por quien ha sabido sacar provecho del deshonor de la joven madre desvalida, es decir, por un seductor encubierto, que es sensible en un sentido netamente materialista: ciertas insinuaciones del narrador revelan, como ya indicamos, que la sensibilidad de Dorgeville en realidad debe entenderse más como disposición a la sensorialidad que como capacidad de compadecerse por la suerte ajena. La oscilación entre estas dos acepciones –una materialista y física; la otra, moral–17 hace que se torne ambigua la apología de la naturaleza y la sensibilidad pronunciada por este personaje que, en el fondo, tiene mucho en común con los libertinos de la novelas más célebres de Sade,18 que desprecian toda regla ética y ponen la razón al servicio del propio placer. Dada la ambivalencia de las razones por las que Dorgeville rescata a Cécile del oprobio al que la condena la severidad de sus parientes y de la sociedad, es lícito preguntarse si la crítica que aquel formula, en la segunda entrevista con sus "pères barbares", a lo que llama "l'imbécile contradiction de nos usages" (117), esto es, a las costumbres que convierten una ligera y excusable falta femenina en un deshonor irreparable, se realiza en nombre de un ideal ético superior, más humano, como en el caso de Schiller y Meißner, o, antes bien, en nombre de la abolición de todo escrúpulo moral, de la liberación de las represiones que impone la ética, a fin de poder gozar sin límites de los placeres naturales coartados por esos tabúes, tal como predican con el ejemplo el calculador e individualista protagonista y su hermana, que han comprendido la utilidad de adoptar la máscara de la virtud para dedicarse sin ser molestados a la satisfacción de sus propios deseos. Si bien la obra no facilita la decisión, numerosos indicios minan subrepticiamente la función moral reivindicada a viva voz por el narrador, de modo que el lector es llevado a poner en duda la buena fe de la prédica edificante de este e inclinarse por la segunda interpretación, esto es, que el proyecto de corrección de las costumbres sadiano apunta en última instancia a la abolición de toda moral.




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Justamente la advertencia moralizante con la que concluye la nouvelle está sujeta a una ambigüedad que corroe toda posibilidad de asignar un sentido edificante a lo leído: con la exhortación al lector a respetar los "devoirs sacrés dont on ne s'écarte jamais sans voler à sa perte" (146), el narrador alude al terrible destino del personaje femenino que termina sus días en el cadalso y justifica el castigo al que la somete la justicia humana reivindicando su carácter ejemplar; no obstante, la intención instructiva que pretende tener este aviso es tan poco coherente con la historia antes narrada que no puede más que ser tomada con pinzas.19 El cortocircuito entre la convencionalidad de este mensaje final pseudo-edificante, que distingue en forma tajante entre vicio y virtud, y la complejidad de la historia narrada, en la cual ningún personaje es exclusivamente víctima o victimario sino ambas cosas a la vez, supone una "perversion de l'apparente conformité à la morale" (Gambacorti 2007: 548). De este modo, aunque al final Sade parece plegarse a una de las convenciones de la narración moral, en la que el desenlace suele subrayar el valor aleccionador, ilustrativo de la historia, lo hace solo para desmantelarla inmediatamente. Mientras que la concepción de la literatura como tributaria de la moral que subyace a las historias de Meißner y Schiller supone la buena fe de un narrador que procura siempre orientar al lector en la correcta comprensión de lo leído, Sade socava la confianza en la que se basa aquel subgénero presentando los hechos desde una perspectiva poco fidedigna. El lector, por lo tanto, está obligado a sortear las trampas que le tiende quien le trasmite los hechos y leer a contrapelo de lo que este afirma. Así, por ejemplo, cuando el narrador exalta la idílica existencia retirada que Dorgeville lleva lejos del lujo y la corrupción de las ciudades y elogia la cordial sencillez de la naturaleza rural, su exagerada idealización de la vida en el campo ha de ser entendida en clave irónica, a la luz de los sucesos posteriores, que prueban que ese supuesto ámbito de pureza y candidez es en realidad escenario de los crímenes más atroces.20
En un libro reciente, Gambacorti propone ver en lo que llama "esthétique de la duplicité" un criterio que permite integrar las obras sadianas de un registro decente y aparente conformidad con la ortodoxia moral y religiosa (sus nouvelles, dramas y novelas históricas) al resto de la producción abiertamente libertina de Sade, postulando que en aquellas se opera un "renversement axiologique […] dans le texte lui-même, par le biais d'un discours foncièrement ambigü qui sape de l'intérieur les réflexions moralisatrices du narrateur sadien" (Gambacorti 2014: 23).




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En nuestra interpretación, que está en deuda tanto con las propuestas de Gambacorti como con la idea de R. Barthes según la cual Sade prefiere distorsionar los códigos en lugar de destruirlos,21 hemos procurado mostrar la manipulación que este escritor hace de las convenciones de la narración moral y de ciertos tópicos de la literatura sentimental, como el de la virtud perseguida, la defensa de la joven que comete un desliz o la antítesis entre inocencia natural y corrupción urbana. La ambigüedad es el recurso fundamental con el que Sade viola solapadamente el pacto de lectura propuesto en Dorgeville, que es el de la narración moral; y tal ambigüedad deliberada22 implica una ruptura con la concepción premoderna, iluminista de la literatura y en particular de la narración breve, a la que Meißner y Schiller aún adhieren. Barthes ha rescatado la obra de Sade por la posibilidad que abre de "concevoir l'inconcevable" (Barthes 1971: 42), por el triunfo del discurso sobre el referente y de la semiosis sobre la mimesis; en virtud de la conciencia que tiene el marqués de que la obra literaria es un artefacto que no necesita plegarse a lo real, ve en él a uno de los fundadores de la literatura moderna. Si bien al formular esta idea aquel crítico francés tiene en mente ante todo, como es sabido, la producción libertina y hoy más conocida del marqués, en la cual la mezcla de registros lingüísticos a priori excluyentes como el de lo sagrado, el de lo pornográfico, etc. produce una transgresión a nivel discursivo (íbid.: 37), hemos intentado demostrar aquí que el modo subversivo en que este escritor se apropia de la tradición de la narración moral en nouvelles que, como Dorgeville, no exploran la posibilidad de decirlo todo también testimonia una conciencia moderna de las posibilidades de la literatura una vez que se ha liberado de la hegemonía de la función moral.


Bibliografía:

Barthes, Roland (1971): Sade, Fourier, Loyola. Paris: Éditions du Seuil.

Bürger, Christa (1982): "Die Dichotomie von hoher und niederer Literatur. Eine Problemskizze", in: Bürger, Peter / Bürger, Christa / Schulte-Sasse, Jochen (Hg.): Zur Dichotomisierung von hoherer und niederer Literatur. Frankfurt a.M.: Suhrkamp, 9–39.

Burello, Marcelo G. (2003): "Verdad y verosimilitud en la narrativa de F. Schiller", in: Revista de Filología Alemana 11, 69–81.

Burello, Marcelo G. (2006): "Friedrich Schiller, narrador interrumpido", in: Regula Rohland de Langbehn, Miguel Vedda y Marcelo Burello (Hg.): Anuario argentino de germanística II. Homenaje a Friedrich Schiller a los doscientos años de su muerte. Buenos Aires: Asociación Argentina de Germanistas, 87–97.




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Fink, Gonthier-Louis (1976): "Le conte moral de Schubart a Schiller", in: Recherches germaniques, 6/1, 55–111.

Gambacorti, Chiara (2007): "'...ces tableaux du crime triomphant...'. Écriture moralisante et perversion textuelle dans Les Crimes de l'amour du Marquis de Sade", in: Dix-huitième siècle 39, 543–554 (URL : www.cairn.info/revue-dix-huitieme-siecle-2007-1-page-543.htm).

Gambacorti, Chiara (2014): Sade. Une esthétique de la duplicité. Autour des romans historiques sadiens. Paris, Garnier.

Hernández, Isabel (2006): "La prosa de Friedrich Schiller", in: Onciona Coves, Faustino / Ramos Valera, Manuel (Hg.), Ilustración y modernidad en Friedrich Schiller en el bicentenario de su muerte. València: Universitat de València, 243–256.

Košenina, Alexander (2005): "Recht-gefällig. Frühneuzeitig Verbrechensdarstellung zwischen Dokumentation und Unterhaltung", in: Zeitschrift für Germanistik. N.F. 15, 28–47.

Meißner, August Gottlieb (2004): Ausgewählte Kriminalgeschichten. St. Ingbert: Röhrig.

Saada, Anne (1998): "Diderot revisité", in: Actes de la recherche en sciences sociales 123, 95–100.

Sade, Donatien A. F. de (1972): Les crimes de l'amour, hg. von Béatrice Didier. Paris: Le libre de poche.

Schiller, Friedrich (1984): Sämtliche Werke, vol. V. München: Hanser.



Anmerkungen

1 La de de Mme de la Pommeraye y del marqués des Arcis, contada por la locuaz posadera del Grand-Cerf. La edición de esa obra de Diderot es póstuma.




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2 Sobre este punto algunos aportes críticos recientes han llegado a un consenso (Hernández 2006: 245; Burello 2006: 91). Burello, que un artículo de 2003 sostiene que Merkwürdiges Beispiel "no es sino la reelaboración de un relato de Diderot […], y podríamos descontarlo de la genuina producción schilleriana en virtud de que se trata de una reescritura, una especie de traducción (ejercicio difundido entre los literatos del XVIII)" (2003: 73), revisa posteriormente su posición, incluyendo la obra en el corpus de narraciones de Schiller sin justificar este cambio de opinión (Burello 2006: 91). Por su parte Saada habla de una "appropriation" (Saada 1998: 99) por parte del alemán, en el sentido de R. Chartier, aunque luego considera la "traduction de Schiller" como una "oeuvre de propagande" (íbid.) en contra del materialismo que impregna la visión del mundo del philosophe y las Luces francesas en general (por oposición a la Aufklärung alemana) y concluye tildando de "usage déloyal" (1998: 100) el que hace Schiller de la materia diderotiana para "promouvoir" y "légitimer" "ses propres convictions morales, religieuses et esthétiques" (íbid.), opinión con la cual discrepamos, pues es evidente que toda apropiación implica cambios que nunca son meramente formales, sino que tienen su correlato en la visión del mundo transmitida, como constata con lucidez el examen comparativo de Saada, pero no por eso son "desleales".

3 De aquí en más nos referiremos a las obras (Merkwürdiges Beispiel einer weiblichen Rache, Ja wohl hat sie es nicht getan!, Dorgeville ou le criminel par vertu) como sigue: Merkwürdiges Beispiel, Ja wohl y Dorgeville; al citarlas, indicaremos solo el número de página correspondiente a las ediciones utilizadas, que se detallan en la bibliografía final.

4 Por ejemplo, la defensa que Voltaire hace de la mujer deshonrada y abandonada al inicio de su Commentaire sur le libre Des Délits et des Peines de Cesare Beccaria par un avocat de province (1766).

5 El pasaje es traducido con mínimas variantes respecto del original de Diderot, en el cual la valoración final que hace el narrador al asumir la "apologie" tanto de la prostituta arrepentida (Mlle D'Aisnon/ Duquênoi) como de la vindicativa viuda (Mme de la Pommeraye) viene a agregar una opinión divergente a los juicios más bien condenatorios que sobre ambas ya han emitido los personajes del marco (Jacques y su amo); Diderot presenta de este modo una polifonía de opiniones y voces, complejizando aún más la tarea del lector, que es invitado así a sacar sus propias conclusiones sobre el accionar de aquellos personajes femeninos intradiegéticos.

6 A. Meißner (1753–1807) es un escritor hoy casi olvidado pero muy exitoso a fines del siglo XVIII, autor de anécdotas, diálogos, fábulas, cuentos orientales e históricos, narraciones de crimen y otras formas breves en prosa compilados en una voluminosa obra titulada Skizzen [Esbozos] que se edita tres veces entre 1778 y 1796 y se reedita varias más.

7 Entre ellos, la arbitrariedad de los jueces, que imputan en base a meras presunciones y cometen graves errores en la instrucción (como no hacer examen ginecológico a la inculpada), la lentitud del proceso –los interrogatorios se llevan a cabo "nach dem gewöhnlichen Schnekkengange teutscher Kriminaljustiz" (62), se critica que "auch beim angestandensten Verbrechen nimt teutsche Kriminaljustiz sich gute Weile!" (66)–; la crueldad y la ineficacia de la tortura, repudiada en nombre de los valores ilustrados. Como ha observado Košenina, Meißner se propone contribuir a la abolición de la tortura (Košenina 2005: 42) y dar difusión a las principales ideas del movimiento reformista europeo de fines del siglo XVIII en derecho penal. De todos modos, hay que observar que muchos de los juicios más duros contra la arbitrariedad de funcionarios y métodos jurídicos vigentes aparecen atenuados, en la medida en que se los pone en boca de un personaje, en lugar de que sea el narrador quien los formule directamente, una estrategia autoral para despegarse de esos cuestionamientos presentándolos como una opinión particular y protegerse así de la censura por entonces imperante.




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8 La posición esclarecida y progresista que asume el narrador desde las primeras líneas se sustenta en esta decidida contraposición entre el momento en que ocurren los hechos narrados (hacia 1750–60) y el presente de la narración (40 o 30 años más tarde): si aquel es un tiempo de leyes y costumbres bárbaras y recalcitrantes, la actualidad, por contraste, aparece descripta como una época de superación de las prácticas nefastas de ese pasado relativamente reciente, pero sustancialmente diferente. No obstante, la referencia que hace posteriormente el narrador a los "gegenwärtigen verderbten Zeiten" (Meißner, 2004: 63), que evidentemente hace tambalear la contraposición entre un aquí y ahora ilustrados y un pasado en el cual persisten instituciones y prácticas retrógradas, pone en evidencia que en realidad ese presente esclarecido de costumbres humanitarias y compasivas es todavía mucho más un desideratum que una realidad efectiva.

9 El ataque al conservadurismo moral de sus contemporáneos, parece a primera vista más radical en el Merkwürdiges Beispiel, donde esos prejuicios reprobados aparecen directamente atribuidos al lector, que es llamado a revisar sus propias convicciones, muchas veces acríticas, mientras que Meißner es más complaciente con este, en la medida en que, al situar el escándalo judicial en el pasado (aunque sea un pasado reciente), deja a su propio lector al margen de la intolerancia denunciada en la narración, preservándolo de toda crítica directa, de modo que este puede seguir creyendo con buena consciencia en su superioridad ética. Sin embargo, una frase agregada por Schiller en una observación pospuesta a la narración, en la que aclara los motivos de su interés por traducir esa historia aún inédita de Diderot y agradece a Dalberg por haber puesto el original a su disposición, obliga a relativizar la diferencia señalada; el comentario comienza diciendo que "Diderots ganze Beredsamkeit wird dennoch schwerlich den Abscheu hinwegräsonieren, den diese unnatürliche Tat notwendig erwecken muss" (218). Con ello anula todo el esfuerzo previo por cuestionar las valoraciones morales naturalizadas. Otras modificaciones que el suabo realiza respecto de su fuente, también tienden a eliminar los rasgos ideológica y estéticamente más radicales e innovadores del diálogo filosófico: así por ejemplo borra varios pasajes de explícito anticlericalismo, que abundan en Jacques le fataliste y, como observa Saada (1998: 99ss.), elimina también los diversos procedimientos que rompen con la ilusión novelesca (interrupciones, digresiones, intromisiones del narrador, a no ser por la analizada intervención final).

10 Hernández señala que "la prosa de Schiller se enmarca dentro de la tradición de la narración de carácter moral del siglo XVIII" (2005: 247) y la renueva mediante el abordaje "empírico, esto es, que parte de la experiencia analizable y experimentable para llegar a tener un conocimiento "'objetivo' del alma humana" (íbid.). Košenina (2005) ve en Meißner a uno de los exponentes de la tendencia por la cual en las últimas décadas del siglo XVIII la "aufdringliche Moraldidaxe" propia de la literatura edificante de principios del siglo deja paso paulatinamente a una "innere Schlüßigkeit" del lector.

11 El recurso es usado incluso en el Merkwürdiges Beispiel, pese a que la fuente literaria en la que Schiller abreva está indicada ya en el subtítulo: "Aus einem Manuskript des verstorbenen Diderot gezogen" (183).

12 Se trata de los tomos 13 y 14 de la tercera edición de esa obra, aparecidos en 1792.

13 El interesante artículo de Bürger está dedicado a explicar el surgimiento de la dicotomía entre lo que llama la literatura alta y baja y analiza el rol fundamental que cumplen en ese cambio de la relación entre literatura y el resto de las esferas de actividades humanas las reflexiones sobre estética que el propio Schiller desarrolla a partir de su lectura de Kant hacia 1795.




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14 Resumimos aquí la trama: Virginie, hermana menor del protagonista nacida durante su estancia en América, se enamora de un empleado del establecimiento familiar, pero como sus progenitores desaprueban la relación, los amantes se dan a la fuga, después de un intento de robo en la casa de la joven y de atentar contra la vida de estos. Al recibir estas aciagas noticias, Dorgeville regresa a Francia para ocuparse de los asuntos domésticos y poner orden en su mermado patrimonio; decide entonces abandonar los negocios paternos e instalarse en una propiedad rural cerca de Fontenay, donde dedica sus días a la caridad y la beneficencia, hasta que un acontecimiento imprevisto tuerce el rumbo de su pacífica existencia: en un paseo encuentra a una hermosa mujer desamparada, que acaba de dar a luz al borde de un camino, socorre a la madre que se disponía a matar al recién nacido y se vuelve su protector. La joven dice llamarse Cécile Duperrier y haber sido repudiada por su familia a causa de su embarazo prematrimonial. Tras varias intercesiones infructuosas para lograr el perdón de los Duperrier, Dorgeville termina por proponerle matrimonio y formar con ella una familia. Seis meses después, no obstante, se produce el inesperado arresto de la impostora, que solo entonces le confiesa que es su hermana, prófuga de la justicia por el asesinato de sus padres, al igual que su amante, quien, bajo una identidad falsa, ha logrado entrar como criado al servicio de los esposos. Al final se menciona escuetamente que la asesina y su cómplice Saint-Saurin mueren quemados en la hoguera y que Dorgeville pierde la vida dos años después, consumido por una enfermedad que contrae a raíz de estas desgracias.

15 Incluso la caridad y la beneficencia ensalzadas por el narrador como "les deux plus chères vertues de son âme sensible" (115) prueban ser mera voluntad de poder cuando este agrega como al pasar que, practicándolas, Dorgeville logra volverse "le dieu du petit canton qu'il habite" (íbid.); como señala con lucidez Ch. Gambacorti, la nouvelle pone en evidencia cómo tras la fachada de motivaciones socialmente reconocidas se oculta la voluntad de dominar y disponer del otro (íbid.: 548).

16 Constantemente se subraya la singular sensibilidad del protagonista: no solo en las descripciones iniciales ya citadas, sino también cuando se señala que, a su regreso de América, este no olvida honrar los compromisos contraídos en nombre de amigos inconstantes con acreedores de ultramar, acto que el narrador califica de "trait de délicatessse unique" (115) e incluso al final, pues el lector es informado de que muere dejando su fortuna a instituciones de caridad y "sans avoir pu détruire en lui, malgré d'aussi terribles exemples, ni les sentiments de bienfaisance et de pitié qui formaient sa belle âme, ni l'amour excessif dont il brûla jusqu'au dernier soupir, pour la malheureuse femme… devenue l'opprobe de sa vie et l'unique cause de sa mort" (145).

17 Retomamos esta distinción que hace Gambacorti (2014: 76ss.) para analizar otras obras de Sade, basándose en la entrada "Sensibilité, sentiment" de la Enciclopedia.

18 Nos referimos a Les Cent Vingt Journées de Sodome, La Philosophie dans le boudoir, La Nouvelle Justine y L'histoire de Juliette.

19 El narrador dice que la historia ilustra las terribles consecuencias que deben sufrir quienes ceden a la debilidad humana sin detenerse siquiera ante los primeros remordimientos. La advertencia parece referirse a Virginie, aunque esta, como los amorales libertinos sadianos, en ningún momento se arrepiente de sus numerosos delitos, a los que suma incluso un último y atroz asesinato cuando ahoga en sus brazos a su hijo, al despedirse de él, realizando así el infanticidio que Dorgeville había evitado antes; el "aguillion du repentir" (íbid.) mentado no parece pues haber tenido ninguna influencia sobre Virginie.




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20 Ya se vea aquí en acción a un narrador malicioso, que, al presentar al protagonista como un dechado de virtudes, apaña su doble discurso y se hace cómplice de su dudosa conducta, ya se prefiera creer que el narrador no oculta en forma deliberada las ambiciones y defectos del personaje, sino que es crédulo, ciego a sus verdaderas motivaciones e incapaz de verlo más que como él quiere ser visto (caso en el cual podría entenderse que Sade denuncia la visión ingenua del mundo propia de la literatura sentimental del siglo XVIII, que idealiza tanto las acciones humanas como la naturaleza, ofreciendo una versión edulcorada y en definitiva falsa de la realidad), sea como fuera el lector debe poner las aseveraciones del narrador bajo sospecha.

21 "La meilleure des subversions ne consiste-t-elle pas à défigurer les codes plutôt qu'à les détruire?" (Barthes 1971: 127).

22 En un contexto político crecientemente reaccionario y represivo, la ambigüedad permite una actitud simultáneamente defensiva y provocadora por parte del autor de Les crimes de l'amour, que en 1800, año de aparición de esta colección de "nouvelles héroïques et tragiques" (como reza el subtítulo), no solo está siendo atacado con virulencia en la prensa porque se le imputa la paternidad de Justine, sino que además ya está en la mira de la policía napoleónica, que poco tiempo después incauta obras suyas en la editorial de Massé y un año más tarde lo arresta y mantiene privado de la libertad por el resto de su vida (Gambacorti 2007: 543s.).